Tras un par de caídas por casa, porque las piernas no le respondían (ni bastón ni muletas eran suficientes ya) y nuestro último "paseo" con el asiento plegable hasta la peluquería de la esquina (que fue una odisea...), EM se dio cuenta de la necesidad de la innombrable silla de ruedas. Necesitaba algo más de libertad para desplazarse. Como quien dice estaba encerrada en casa y el mundo se le caía encima. Hasta el trabajo en remoto comenzaba a pasarle factura. Y muy gorda.
El caso es que la peluquería de EM está a 5 min andando. Ese día tardamos una hora en llegar. Ya no quedaba otra. EM tuvo que claudicar. Esa misma tarde compramos la silla. Hasta la fecha nuestras salidas se limitaban al centro de salud y al hospital. Complicado no. Lo siguiente. Pedir un Uber se convirtió en lo más habitual. EM ya no podía conducir y yo aunque tengo carnet no conduzco, tengo amaxofobia. Así que se nos juntaron el hambre con las ganas de comer...
Fuera como fuese en aquellos días íbamos camino de tocar fondo. Tengo cosas en mi diario virtual que mejor no reproducir aquí. Teníamos mucho miedo y más viendo como iban las cosas con ese empeoramiento tan vertiginoso. Pero ahora en la distancia y con el paso del tiempo podemos ver todo lo que hemos luchado y avanzado. La primera vez que EM se vio sentada en la silla reflejada en el espejo del portal de casa se le vino el mundo encima. Ahora lleva en su silla unas pegatinas que le tomé prestadas a mi hijo. El humor siempre ha sido una buena herramienta para sobrevivir a los malos momentos.
Hay días mejores y días peores, pero siempre hay que ir hacia delante. Yo no puedo hablar por EM pero sé que esto muy duro y más de la forma que le ha tocado vivir a ella la esclerosis múltiple. Sí es una mierda pero EM es fuerte y os aseguro que aunque tropiece, aunque las ruedas se le atasquen es capaz de ir a sesenta u ochenta kilómetros por hora sin motor y sin beber como el borracho de la arbolada.
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