Antes de que naciera Samurái muchos fines de semana que no nos apetecía salir por la noche EM y yo nos quedábamos jugando con nuestros ordenadores en casa a juegos multijugador de rol (RPG) colaborativos y de perspectiva isométrica. Sí, somos unos frikis. Nos pasábamos las horas con juegos del tipo Diablo II o Titan Quest. Quizá era un poco deformación profesional. Los dos trabajábamos en el sector de la informática y teníamos un despacho en casa que podía pasar por el de una oficina.
Luego nos casamos, nació nuestro hijo y nuestras prioridades cambiaron. Curiosamente el año pasado, volvimos a jugar añadiendo un tercer jugador: Samurái. Como comenté en la entrada anterior El primer verano todo fue muy distinto. EM por las tardes estaba muy afectada por la fatiga. Casi no podía moverse y era imposible bajar a la piscina. Con aquel calor no se podía ir tampoco a ninguna parte. En casa se cansaba de todo, del crochet, de la tele... con aquella situación necesitaba desconectar y hacer alguna otra cosa que la sacara de ese pequeño mundo en el que estaba atrapada.
Así fue como redescubrimos los juegos de PC, volvimos a los mundos imaginarios en los que podíamos ser un guerrero, una arquera, un paladín, una bruja o un mago y comenzamos a jugar al Path of Exile en familia. Como decía en esos momentos salir los tres como hacíamos antaño era imposible. Sé que un niño de 10 años necesita jugar en la calle o en el parque, con sus amigos a cosas de niños. Pero creo que estábamos en un estado de excepción por llamarlo de alguna manera. Más quisiéramos nosotros que la enfermedad no afectara en absoluto a nuestro hijo y a nuestra forma de vivir. Pero en esos momentos, aparte de que EM se sintiera mejor física y psicológicamente, nuestra principal objetivo es que Samurái fuese y sea un niño feliz. Y os aseguro que disfrutaba y disfruta esos momentos con nosotros.
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